IV
Traía en mi
corazón en mi mente y en mis recuerdos un gran baúl cerrado bajo llaves, algo
así como un tesoro olvidado en tantas islas de la vida…
El baúl
estaba repleto de nombres, hechos y recuerdos, pero un poderoso candado hacía
inútil pretender abrirlo.
Un día
inevitablemente el baúl se abriría y no hubo que esperar mucho para ello.
No
fue demasiado tarde.
Yo trabajaba
como profesor y todo iba en ritmo ascendente. No me detenía en el pasado y el
recuerdo de la Escuela
Experimental de Educación Artística, formaba parte de un velo
oculto que no se asomó ya más en mi vida.
Otra
historia, un episodio del ayer.
Una tarde
recibí un llamado extraño y aunque fue de gran emoción reconocer aquella voz y
aquel lenguaje, no produjo mayor inquietud en mis sentimientos.
Era la voz
de uno de mis compañeros de la Escuela
Experimental Artística, uno de los que estuvo conmigo entre
los años 1962 y 1967.
Me habló de
que habían logrado contactar a varios y que con cierta frecuencia se reunían,
que todo era emocionante y hermoso.
Su voz
evocaba en mi, horas y momentos.
Me nombró a
cada uno de ellos y en forma automática yo reconstruí en mi mente los rostros y
las figuras, las risas y los conflictos.
Y dije que
probablemente asistiría a la próxima cita.
Pero por
esos días, en que me sonreía la plenitud, sabía ciertamente que no sería así.
Las
instancias de la vida hicieron cambiar abruptamente todo.
Y de mis
días de vana gloria pasé al silencio de los seres anónimos.
De pronto me
vi sólo, envuelto en torbellinos, con la decepción de los procesos sociales,
buscando respuestas.
Y volví la
mirada al pasado.
Y el pasado
curiosamente, siempre está allí.
El pasado te espera, es como un aliado
permanente que para bien o para mal abre sus puertas cuando le visitas. Incluso
puede invitarte para que te quedes allí para siempre.
Y mis ojos y
mis pensamientos volvieron al pasado.
Había un
gran baúl con historias, personajes, recuerdos, anhelos y sueños que permaneció
cerrado por inviernos y primaveras.
Era el
momento de abrirlo y sacudir un poco el polvo que se acumuló.
Y en ese
baúl estaba la Escuela Experimental Artística.
En ese baúl
estaban los nombres de todos mis amigos y compañeros, todos con algo similar en
sus vidas, todos genios de entonces y genios del mañana, todos con sus
historias y con sus talentos, todos con las trascendencias de la vida del arte
y de la creatividad.
Si pusiera
acá, cada uno de sus nombres, el lector que me visita se saltaría esas líneas a
no ser que fuera uno de ellos, para verificar
que efectivamente no me olvidé de su nombre.
No me olvidé
de ninguno, están en mi corazón, en las fotografías que se abrieron para mi
como un tesoro cuando llegaron a mis manos.
No olvidé a
ninguno.
El baúl de la EEEA , permitió que nada ni
nadie se dañara, muy por el contrario todo se engrandeció con el tiempo.
Hasta las
viejas y añosas casonas del ayer que hoy obviamente no existen, se recubrieron
de nobleza y dignidad: En Huérfanos, en Agustinas, En Amuntegui y finalmente en
la segunda cuadra de la calle Dieciocho.
Que linfod recuerdos, yo estuve desde Amunategui, en el medio de la Alameda (cuando nuestra escuela se cayo con el terremoto del 65), la calle 18 y finalmente nos fuimos a La Reina, son tantos y tantos lindos recuerdos, la Margot Guerra, el Inspector Perez, etc., un abrazito desde Toronto!
ResponderEliminarvivianchile@yahoo.com
Yo estudié en la EEEA o EVA en Huerfanos, desde 4º a 6º año con Sr. Pedro Penroz.
ResponderEliminarOjalá me contactara con mis ex.
Raúl Venegas V. 2-8868328 9-5763312 raulv520@gmail.com
Si tuviera que dibujar el plano de la EEEA no me equivocaria mucho.
ResponderEliminarLa entrada con su mampara hacia un patio rodeado de diferentes puertas que daban acceso a los salones de clases, luego hacia la izquierda un corto pasillo que desembocaba en el gran patio. El comedor a la.izqierda y la derecha una gran galería abierta que conducía a otros salones. Al fondo se encontraba la gran cocina donde pasaba todo el tiempo que me fuese posible. Recuerdo muy bien el día en que ayudé a preparar una gran torta porque era el aniversario de EEEA.
Me gustaba llegar temprano así podía ayudar a servir el desayuno de los que estaban en el internado, también repartia en invierno una taza de leche caliente, de la inmensa olla de aluminio, que la acompañaban con una marraqueta con dulce de membrillo.
Tengo muchos buenos recuerdos de mi paso por EEEA, lamento no recordar los nombres de mis compañeros, pues yo no era muy sociable, solo recuerdo a Dania Duffau y de Héctor Contreras.